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Cuidar

Comorbilidad asociada a la demencia

Comorbilidad

El paciente con demencia presenta aparte de los síntomas y problemas relacionados con su propia enfermedad una mayor predisposición a un gran número de problemas añadidos, que pueden ser síntomas que condicionan nuevos problema (favorecidos a su vez por la edad avanzada) o nuevas patologías, en cuyo caso hablaríamos de comorbilidad. Esto se debe tanto a su avanzada edad como a las alteraciones de funcionamiento corporal que condiciona su patología cerebral.

Caídas, traumatismos y fracturas

Aunque en una persona sana demos por hecho el mantenimiento del equilibrio de forma habitual, una reflexión más detallada nos llevará a reconocer la complejidad de los mecanismos que permiten que una persona sana se mantenga en equilibrio durante la marcha y no sufra caídas.
El hecho de que el ser humano deambule únicamente sobre dos extremidades conlleva que durante la marcha se produce una inestabilidad permanente, teniendo que realizar de forma dinámica correcciones constantes en nuestra postura.

Estas correcciones se realizan por medio de la información recibida por:

Órganos de los sentidos
principalmente la vista, el sentido
del equilibrio (reside en el oído interno
e informa de la posición del cuerpo
en el espacio).
Información propioceptiva
Detecta la posición de nuestras articulaciones. Toda esta información es integrada por el cerebro, que da las órdenes oportunas para los movimientos de los músculos que producen las constantes correcciones mencionadas anteriormente.

Todos estos sistemas se ven afectados con frecuencia durante el envejecimiento, con disminución de la agudeza visual, enlentecimiento de la conducción nerviosa y del procesamiento cerebral, que si bien no es suficiente para alterar de forma significativa el equilibrio, sí disminuye la capacidad de reserva de estos sistemas.

Esta disminución de la capacidad de reserva hace más difícil compensar las alteraciones propias de la demencia, como la progresiva desaparición del automatismo de la marcha que se produce como consecuencia de la degeneración cerebral, además de las alteraciones del juicio que impiden evitar las situaciones de riesgo o aplicar las precauciones más elementales ante riesgos ambientales.

A esta situación tenemos que añadir las muy frecuentes patologías acompañantes que aumentan aún más el riesgo de caídas. Son muchas las patologías que pueden alterar la marcha; a modo de ejemplo y por su frecuencia mencionaremos:

Artrosis:
provoca dolor y deformidades óseas y en ocasiones dificulta mucho la march
Diabetes:
se complica con alteraciones nerviosas que impiden la adecuada transmisión de la información propioceptiva (la que informa de la postura del propio cuerpo), con la consiguiente alteración del equilibrio o las diversas causas de disminución de la agudeza visual como el glaucoma o la retinopatía diabética, que también multiplica el riesgo de caídas.
Parkinson:
puede acompañarse de demencia, provoca importantes alteraciones posturales que aumentan mucho el riesgo de caídas.
Artrosis:
provoca dolor y deformidades óseas y en ocasiones dificulta mucho la march
Diabetes:
se complica con alteraciones nerviosas que impiden la adecuada transmisión de la información propioceptiva (la que informa de la postura del propio cuerpo), con la consiguiente alteración del equilibrio o las diversas causas de disminución de la agudeza visual como el glaucoma o la retinopatía diabética, que también multiplica el riesgo de caídas.
Parkinson:
puede acompañarse de demencia, provoca importantes alteraciones posturales que aumentan mucho el riesgo de caídas.

Las consecuencias de las caídas son muy variables, pero pueden ser graves. Destacaríamos por su frecuencia y su gravedad, las fracturas de cadera y los traumatismos craneoencefálicos.

Fracturas de cadera

Traumatismos craneoencefálicos

Las fracturas de cadera son muy frecuentes en los ancianos, tanto con demencia como sin ella y están condicionadas tanto por la descalcificación progresiva que produce una fragilidad ósea (osteoporosis), como por la presencia de traumatismos, casi siempre producidos por caídas, en la zona de la cadera.
Las consecuencias de la fractura, con la hemorragia y la inflamación subsiguiente, así como la inmovilidad y la muy frecuente operación necesaria para volver a unir los fragmentos suele provocar una pérdida funcional importante, al imposibilitar la marcha durante un período prolongado. Esta pérdida funcional generalmente puede superarse con un período de recuperación posterior con fisioterapia, que en muchas ocasiones no puede realizarse en el paciente con demencia, o su aprovechamiento es solo parcial por su falta de colaboración.
Además, por desgracia, en muchas ocasiones se producen complicaciones durante el período postoperatorio, como neumonías o trombosis que pueden conllevar un riesgo de mortalidad o de aumento aún mayor de la dependencia. Dicho esto, es importante recordar que también en muchas ocasiones es posible conseguir una recuperación, que si no es total, puede ser notable, siempre teniendo en cuenta el mayor tiempo necesario en estos pacientes y la mayor dificultad para lograr estos objetivos.
Los traumatismos craneoencefálicos, es decir todos aquellos traumatismos que afecten a la cabeza, es evidente que siempre añaden un riesgo de dañar aún más un cerebro que ya está deteriorado. Pueden oscilar desde una simple herida superficial hasta fracturas de los huesos del cráneo o, lo que es más frecuente, sangrados en los espacios meníngeos, que son los espacios entre las membranas que recubren el cerebro, por donde pasan los vasos sanguíneos.
Los pacientes ancianos son más susceptibles a estas complicaciones hemorrágicas, que en ocasiones pueden ocurrir por traumatismos de relativa baja intensidad. También los pacientes que toman medicación anticoagulante son especialmente proclives a estas hemorragias, en ocasiones difíciles de detectar por producir un empeoramiento difuso e inespecífico Las consecuencias son variadas y pueden ser muy graves, ocasionando la muerte o una incapacidad significativa o presentar síntomas relativamente leves que, como hemos comentado anteriormente, las pueden hacer pasar desapercibidas. El tratamiento suele ser quirúrgico, aunque, según el tamaño o la actividad del sangrado puede decidirse no realizar ningún tratamiento por los riesgos de una intervención en estos pacientes.

Estreñimiento

Con la edad, se producen distintos cambios en el sistema digestivo que favorecen la aparición de estreñimiento, que es enormemente frecuente entre los ancianos.
Los motivos que provocan este fenómeno son:

También influyen ciertas patologías muy frecuentes en estas edades y la utilización de medicaciones que aumentan el estreñimiento. En la demencia tenemos que añadir el propio efecto de la alteración progresiva sobre el sistema nervioso, que disminuye los movimientos peristálticos y hace menos frecuente y más dificultosas las defecaciones.

Las consecuencias del estreñimiento, que en los pacientes con demencia es prácticamente constante, son variadas y pueden ir desde la aparición de:
(hemorroides, fisura anal, hernias por el aumento de presión intrabdominal que se realiza durante las defecaciones)
Como ya hemos comentado antes, en muchas ocasiones, las manifestaciones de patología o síntomas en el ancianos se manifiestan con síntomas generales y no específicos del órgano o sistema afectado. Por ejemplo, es muy frecuente que el estreñimiento produzca inapetencia, náuseas y vómitos, dolor abdominal y alteraciones de conducta como agresividad y agitación, algo que un cuidador poco avisado o instruido difícilmente relacionaría con el estreñimiento.

En ocasiones se produce la denominada pseudodiarrea, que son deposiciones líquidas que se producen por rebosamiento cuando se ha producido una impactación fecal, es decir, la presencia de una gran masa fecal en el recto, alrededor de la cual pasa líquido simulando esta diarrea, cuando en realidad el origen del problema es un importante estreñimiento.

Por eso es importante que se tenga un control detallado del ritmo deposicional y que en todo momento consultemos a nuestro médico de Atención Primaria cuál es la mejor alternativa terapéutica para mantener un ritmo regular. En la actualidad se dispone de un amplio arsenal de laxantes, tanto por vía oral como rectal que pueden utilizarse y permiten un adecuado tratamiento de este problema.

Infecciones

Uno de los principales problemas que surgen a lo largo de la evolución de la demencia son las frecuentes infecciones que padecen los pacientes con esta patología.
Las causas de esta elevada frecuencia son varias, pudiendo destacar:
Disminución de la inmunidad normal en el envejecimiento
Inmovilidad
Disfagia (dificultad para tragar)
Mayor frecuencia de traumatismos (por ejemplo caídas)
Incontinencia esfinteriana
Los mecanismos por el que estos factores hacen que las infecciones sean mas frecuentes y de mayor gravedad son múltiples:
  • La inmovilidad facilita la acumulación de secreciones respiratorias, que la mayor debilidad muscular y el menor control motor hace que no puedan expulsarse de forma normal, facilitando que se infecten;
  • La dificultad al tragar, sobre todo líquidos, hace que sean frecuentes los atragantamientos que propician que los alimentos puedan llegar a las vías respiratorias, provocando las denominadas “neumonías por aspiración”;
  • La incontinencia urinaria facilita la infección de las vías urinarias y la aparición de las úlceras por presión, también propiciadas por la inmovilidad hace que la piel se infecte con mayor facilidad.

Las infecciones suelen clasificarse por su localización y las más frecuentes serían las infecciones urinarias, las respiratorias y las infecciones de la piel y partes blandas.

Los síntomas son variables, y es importante conocer que los clásicos de cada localización (molestias urinarias en la infección de orina, tos y expectoración en las respiratorias…etc…) y los habituales síntomas generales (fiebre, mal estado general) en el paciente anciano con demencia están ausentes con frecuencia. En cambio, suelen encontrase las denominadas presentaciones atípicas.

Presentaciones atípicas

Consisten en un empeoramiento inespecífico del estado mental, sobre todo con aumento de la confusión, empeoramiento de la orientación y la comprensión del entorno respecto a la situación habitual del paciente. En muchas ocasiones es notable también la aparición de agresividad y agitación o de incapacidad funcional (por ejemplo dificultad para caminar en un paciente que previamente lo hacía). Estas manifestaciones inespecíficas son el reflejo de un peor funcionamiento metabólico que afecta a la función cerebral y también a muchos otros órganos y sistemas.

Por este motivo es sumamente importante que ante cualquier empeoramiento brusco de la funcionalidad, del estado general o de la situación mental o la conducta de estos pacientes se descarte inicialmente alguna infección o algún otro tipo de afección “física” que puede manifestarse de forma atípica y pasar inadvertida. Hay que recordar que el empeoramiento de la demencia es lento (en semanas o meses) y un empeoramiento brusco (en horas o pocos días) siempre ha de sugerir alguna enfermedad asociada.

El tratamiento de las infecciones siempre será indicado por el médico de Atención Primaria o el especialista, y hay que tener en cuenta que el pronóstico depende no solo del tipo de infección y su extensión, sino también de la situación global del paciente. En muchas ocasiones una infección que en una persona sana raramente sería una amenaza grave, se convierte en una complicación de suma gravedad en un paciente con demencia avanzada, por todos los factores de vulnerabilidad mencionados anteriormente.

Hay que recordar que la principal causa de muerte en los pacientes con demencia son las infecciones; no obstante, hemos de diferenciar la infección como complicación que surge durante la evolución de la enfermedad y aquella que se produce como hecho terminal de un proceso de deterioro que ha llegado a su final, en cuyo caso ha de considerarse incurable y nuestros esfuerzos han de centrarse más en paliar los síntomas.

Disfagia y desnutrición

Al ser la demencia una enfermedad neurodegenerativa acaba afectando prácticamente a todas las funciones corporales, siendo especialmente relevante la afectación del mecanismo de la deglución, produciendo dificultades para tragar sobre todo líquidos, lo que define al síntoma denominado disfagia..

El mecanismo de la deglución es complejo y consiste en la acción coordinada de una serie de músculos en el momento de tragar que permiten la protección de la vía aérea y la propulsión del alimento hacia el esófago para iniciar la digestión.

Cualquier alteración en la acción de estos nervios o en su coordinación puede producir disfagia, cuyos síntomas pueden ser la tos al intentar deglutir, la afectación de la voz tras tragar o el atragantamiento, que puede llevar a la denominada “aspiración”, que consiste en que parte del alimento pasa a los pulmones, produciendo una importante irritación y una infección, la llamada “neumonía por aspiración”.

Aunque es necesario individualizar cada caso, en general la disfagia suele aparecer en fases moderadas-avanzadas de la demencia y es un marcador de progresión de la enfermedad. También puede aparecer como complicación durante su evolución, bien por la presentación de alguna isquemia cerebral (“trombosis cerebral”) o bien por cualquier otra patología intercurrente (infección, anemia…etc…) que produzca un empeoramiento del estado general y/o del nivel de conciencia del paciente, lo que provoca la aparición de disfagia.

Es importante saber que cuando su origen es una patología añadida se trata de un síntoma potencialmente reversible, por lo que debemos dirigir nuestros esfuerzos a determinar si hay alguna patología añadida y su resolución.

Pese a la importancia de este síntoma, su gravedad y sus posibles consecuencias, hay importantes medidas que pueden evitar o disminuir sus consecuencias. Así, aparte de la detección rápida de patologías intercurrentes y su corrección, es muy importante:

Adaptar la consistencia de los alimentos para evitar la disfagia, que suele producirse sobre todo con los alimentos líquidos, por lo que deben emplearse los llamados espesantes, sustancias (generalmente se presentan en polvo) que, de forma proporcional a la cantidad utilizada pueden añadir mayor consistencia a los alimentos líquidos, hasta llegar a solidificarlos de forma parcial o total, facilitando así su deglución.

La postura en la que se alimenta al paciente, que ha de ser erguida, con una ligera flexión anterior del cuello, lo que minimiza la posibilidad de aspiración. También ha de realizarse la alimentación sin prisas, con una cantidad no excesiva de alimento y sin forzar al paciente.

Asociado al problema anterior aparece el de la frecuente desnutrición de los pacientes a lo largo de la evolución de su enfermedad. La desnutrición empeora el pronóstico y la calidad de vida en la demencia; por desgracia en muchas ocasiones es inevitable su aparición en las fases avanzadas de la enfermedad aunque los cuidados sean óptimos.

Las causas de la desnutrición son múltiples, entre las más importantes podemos citar:

  • La patología oral, falta de dentadura, mala adaptación a las prótesis, infecciones orales, presencia de hongos, todo ello produce dolor o molestias y dificulta la masticación.
  • La ya mencionada disfagia que hace que el paciente ingiera menos alimentos y corra el riesgo de infecciones.
  • El inmovilismo producido por la pérdida funcional progresiva y las complicaciones asociadas, que puede acelerar el catabolismo (destrucción tisular) y dificultar el anabolismo (construcción de los tejidos y ganancia de peso).
  • Las infecciones frecuentes (sobre todo respiratorias, urinarias o de úlceras por presión).
  • La propia evolución de la enfermedad en sí, durante la que se ha comprobado una constante pérdida ponderal pese a que se mantenga una adecuada ingesta, así como una desnutrición progresiva también pese a mantener una ingesta adecuada. Se cree que la demencia se comporta en este sentido como otras enfermedades denominadas consuntivas (que van disminuyendo el peso del paciente), siendo el ejemplo más conocido a este respecto ciertas patologías tumorales. En este sentido hay estudios que han detectado en ambas patologías ciertas sustancias en la sangre que podrían estar implicadas en este proceso.

Prevención y tratamiento

Han de basarse en una adecuada ingesta dietética, recomendándose alimentos de alto contenido calórico, con un adecuado contenido en proteínas y la utilización de suplementos nutricionales cuando sean necesarios porque la dieta no pueda cubrir todas las necesidades.

Adecuación

Es importante tratar la disfagia de manera adecuada y, en la medida de lo posible, prevenir al máximo todas las complicaciones que al final acaban redundando en un empeoramiento nutricional (inmovilidad, infecciones…etc…).

Inmovilidad, úlceras por presión

A lo largo de la evolución de la enfermedad se produce un deterioro funcional de forma inevitable, que a largo plazo desemboca en una inmovilidad mayor o menor; habitualmente en la fase final los pacientes han de permanecer confinados en cama la mayor parte del tiempo.
La inmovilidad produce múltiples efectos perjudiciales en el cuerpo humano, destacando los vasculares y los que se producen sobre el sistema musculoesquelético.

Es muy importante que si la causa que ha producido la inmovilidad no es definitiva y puede resolverse, se hagan todos los esfuerzos posibles para solucionarla cuanto antes y se movilice de nuevo al paciente de forma precoz para evitar el círculo vicioso descrito antes. Mientras dura la inmovilidad, todos los ejercicios musculares que pueda realizar e intentar levantar de la cama al paciente precozmente serán de mucha utilidad para prevenir esta complicación.

Por desgracia, en muchas ocasiones es la propia evolución de la enfermedad la que hace totalmente imposible que el paciente pueda caminar; se produce una degeneración del sistema nervioso que no es capaz de coordinar los estímulos necesarios para la marcha de forma adecuada, el paciente conserva la fuerza pero “no sabe caminar”, es incapaz de realizar los movimientos coordinados necesarios.

En estas circunstancias, a las que se llega en las fases avanzadas, es necesario que el paciente permanezca sentado durante todo el día y en las últimas fases incluso no se mantiene el control adecuado del tronco estando sentado y es necesario que permanezca durante todo el tiempo en la cama.

Una vez que se ha llegado a esta situación, es muy importante prevenir las complicaciones que pueden presentarse. Una de ellas es la aspiración de alimento, es decir, el paso de alimentos durante la ingesta a las vías respiratorias y a los pulmones; ya hemos tratado este tema anteriormente por lo que abordaremos otra gran complicación, las llamadas úlceras por presión.

Úlceras por presión

Estas heridas en la piel se producen por la continua presión del peso del cuerpo sobre la cama, lo que impide la circulación de la sangre y lesiona los tejidos. Los lugares más característicos son aquellos en las que se produce más presión, típicamente la zona sacra y los talones, aunque pueden presentarse en cualquier otra localización donde se sufra una presión continuada. En el sacro, la presencia de humedad producida por la incontinencia urinaria y fecal también contribuye a irritar y macerar la piel, facilitando su ulceración.

Las úlceras por presión se clasifican en grados, de 1 a 4 según la profundidad del tejido afectado y es muy importante insistir en la importancia de su prevención, ya que úlceras que se desarrollan en solo dos o tres días pueden tardar semanas o meses en curar.

La clave para su prevención es aliviar la presión que sufren los tejidos, para lo que debemos realizar cambios de postura nocturnos frecuentes y también usar unas superficies adecuadas que distribuyan más la presión.

Disponemos de los denominados colchones de presión alternante, que mediante unas cámaras de aire hinchables (similares a las de los colchones de playa) que se inflan y desinflan de manera alterna, cambian de forma alternativa la superficie corporal sobre la que se distribuye la presión.

Una vez que ya se han producido es importante curarlas regularmente utilizando productos que retiren el tejido muerto y fomenten la cicatrización y tratar de evitar las infecciones que pueden complicar su evolución. En estas circunstancias es fundamental la participación de su equipo de Atención Primaria que con sus conocimientos contribuirán a evitar las complicaciones y resolver la situación en el menor tiempo posible.

Fin de la vida. Cuidados paliativos

A lo largo de la historia de la humanidad, el misterio de la finitud de la vida humana siempre ha estado presente. Pese a nuestra continuada negación, el fin de la vida, la muerte, es algo que nos iguala ya que a todos nos alcanza por igual.

Por esto es importante que seamos conscientes que, al igual que a cualquier otro ser humano, a nuestro ser querido que está sufriendo esta enfermedad también le llegará este momento. Debemos prepararnos desde varios puntos de vista:

Hemos de trabajar la aceptación de este final; aunque resulte difícil, es imprescindible para conseguir la serenidad suficiente para poder acompañarle y ayudarle de forma tranquila y eficaz.

Hemos de tener los conocimientos suficientes para, junto a nuestros médicos de Atención Primaria y especialistas, valorar la situación de forma adecuada y emplear los recursos necesarios para paliar la sintomatología que puede presentarse

Así, hoy día podemos decir sin temor a equivocarnos que la Medicina ha avanzado muchísimo en el control de síntomas, de manera que aunque no somos capaces de curar gran parte de las enfermedades, sí podemos atenuar y controlar la mayoría de sus síntomas de forma eficaz. De este modo cumpliremos la que ha de ser la regla de oro en la asistencia médica a nuestros pacientes, expresada en este antiguo adagio:
Hemos de ser conscientes en primer lugar de cuando nos encontramos frente a una situación de final de vida, en la que debemos de aplicar sobre todo los cuidados paliativos y no insistir en medidas curativas. Este proceso no es lineal ni de todo o nada, ya que a medida que avanza la enfermedad hemos de ir aumentando el énfasis en el control de los síntomas e ir abandonando actitudes de “curar a toda costa”, aunque aún estemos aplicando tratamientos con intención curativa.
No obstante, hay momentos en los que hay que tomar decisiones sobre la muy probable irreversibilidad de la situación y renunciar a tratamientos curativos que en esos momentos solo prolongan un estado ya irreversible a costa de sufrimientos. En esos momentos difíciles pueden ayudarnos varios criterios:
Si estamos ante una fase muy avanzada de la enfermedad, lo que conlleva un pronóstico corto en el tiempo, con la aparición de múltiples complicaciones, generalmente infecciosas.
La reiteración de estas complicaciones, lo que marca una situación de gran fragilidad biológica, que impide que el organismo pueda defenderse de las agresiones externas y mantener su integridad; por último, la propia naturaleza de la complicación de la que se trate y su pronóstico.
Estas decisiones de final de vida suelen producir una gran angustia en la familia por la vivencia de que están “decidiendo” la muerte del ser querido. Es una percepción totalmente falsa que genera gran sufrimiento.

Fin de la vida

Como hemos dicho al principio, el fin de la vida es el destino inexorable de todo ser humano y únicamente estamos acompañando a nuestro ser querido en este trance que va a suceder en un corto intervalo de tiempo. Más bien hemos de decidir, junto con los profesionales que nos atienden, el mejor camino hasta llegar al inevitable final.

La apuesta del enfoque de los cuidados paliativos es intentar mantener la calidad de vida por encima de tratamientos pretendidamente curativos que únicamente pueden alargar algo la vida a costa de empeorar mucho la calidad de vida y el confort. Así, se apuesta por tratar de forma preferente los síntomas predominantes en el final de la vida como el dolor, la disnea (sensación de falta de aire), las náuseas, la agitación…etc…

Se pretende no adelantar ni retrasar la muerte, sino acompañar al paciente en su proceso aliviando en la medida de lo posible sus síntomas y su sufrimiento.

Su equipo de Atención Primaria y los médicos especialistas que atienden al paciente son los más indicados para consultar los múltiples medios farmacológicos y no farmacológicos de los que disponemos para aliviar y acompañar a nuestros seres queridos en estas situaciones.
Su equipo de Atención Primaria y los médicos especialistas que atienden al paciente son los más indicados para consultar los múltiples medios farmacológicos y no farmacológicos de los que disponemos para aliviar y acompañar a nuestros seres queridos en estas situaciones.

Recomendaciones para el cuidador y el paciente con Alzheimer

Guías con las recomendaciones para los diferentes estadios de la enfermedad de Alzheimer, leve, moderado y avanzado.

Cada una de las tres guías pretende resolver las inquietudes entorno a cada etapa de le enfermedad, desde la resolución de dudas con aportación de consejos básicos en la etapa leve, pasando por recomendaciones prácticas sobre las diferentes actividades de la vida diaria en el estadio moderado de la enfermedad, hasta información básica sobre las ayudas sociales y asistenciales en la etapa avanzada.

Alzheimer en
estadio leve

Esta guía pretende resolver las dudas en torno a esta etapa y aportar los consejos básicos para facilitar la vida cotidiana de pacientes y familiares.

Alzheimer en
estadio moderado

Esta guía aporta recomendaciones prácticas sobre las diferentes actividades de la vida diaria: higiene, alimentación, comunicación, seguridad, etc., que serán de gran ayuda para el cuidador.

Alzheimer en
estadio avanzado

En esta guía se recoge la información básica sobre las ayudas sociales y asistenciales a las que pueden optar las personas que se encuentran en esta situación de dependencia y sus familiares.

Alzheimer en estadio leve

Alzheimer en
estadio leve

Esta guía pretende resolver las dudas en torno a esta etapa y aportar los consejos básicos para facilitar la vida cotidiana de pacientes y familiares.

Alzheimer en estadio moderado

Alzheimer en
estadio moderado

Esta guía aporta recomendaciones prácticas sobre las diferentes actividades de la vida diaria: higiene, alimentación, comunicación, seguridad, etc., que serán de gran ayuda para el cuidador.

Alzheimer en estadio avanzado

Alzheimer en
estadio avanzado

En esta guía se recoge la información básica sobre las ayudas sociales y asistenciales a las que pueden optar las personas que se encuentran en esta situación de dependencia y sus familiares.

Fractruras de cadera

Las fracturas de cadera son muy frecuentes en los ancianos, tanto con demencia como sin ella y están condicionadas tanto por la descalcificación progresiva que produce una fragilidad ósea (osteoporosis), como por la presencia de traumatismos, casi siempre producidos por caídas, en la zona de la cadera.
Las consecuencias de la fractura, con la hemorragia y la inflamación subsiguiente, así como la inmovilidad y la muy frecuente operación necesaria para volver a unir los fragmentos suele provocar una pérdida funcional importante, al imposibilitar la marcha durante un período prolongado. Esta pérdida funcional generalmente puede superarse con un período de recuperación posterior con fisioterapia, que en muchas ocasiones no puede realizarse en el paciente con demencia, o su aprovechamiento es solo parcial por su falta de colaboración.
Además, por desgracia, en muchas ocasiones se producen complicaciones durante el período postoperatorio, como neumonías o trombosis que pueden conllevar un riesgo de mortalidad o de aumento aún mayor de la dependencia. Dicho esto, es importante recordar que también en muchas ocasiones es posible conseguir una recuperación, que si no es total, puede ser notable, siempre teniendo en cuenta el mayor tiempo necesario en estos pacientes y la mayor dificultad para lograr estos objetivos.

Traumatismos craneoencefálicos

Los traumatismos craneoencefálicos, es decir todos aquellos traumatismos que afecten a la cabeza, es evidente que siempre añaden un riesgo de dañar aún más un cerebro que ya está deteriorado. Pueden oscilar desde una simple herida superficial hasta fracturas de los huesos del cráneo o, lo que es más frecuente, sangrados en los espacios meníngeos, que son los espacios entre las membranas que recubren el cerebro, por donde pasan los vasos sanguíneos.
Los pacientes ancianos son más susceptibles a estas complicaciones hemorrágicas, que en ocasiones pueden ocurrir por traumatismos de relativa baja intensidad. También los pacientes que toman medicación anticoagulante son especialmente proclives a estas hemorragias, en ocasiones difíciles de detectar por producir un empeoramiento difuso e inespecífico Las consecuencias son variadas y pueden ser muy graves, ocasionando la muerte o una incapacidad significativa o presentar síntomas relativamente leves que, como hemos comentado anteriormente, las pueden hacer pasar desapercibidas. El tratamiento suele ser quirúrgico, aunque, según el tamaño o la actividad del sangrado puede decidirse no realizar ningún tratamiento por los riesgos de una intervención en estos pacientes.